El contundente respaldo electoral expresado por el pueblo (54% -12 millones de votos), a la compañera Cristina Fernández de Kirchner en el acto electoral del 23 de octubre pasado, es el reconocimiento y la aprobación de todo lo realizado hasta el presente como responsable institucional, en su carácter de Presidenta de la Nación, de la continuidad del modelo industrialista con inclusión social inaugurado en el año 2003, contra vientos y mareas, por Néstor Kirchner.
Ese respaldo le confiere una legitimidad y fortaleza política que constituye un verdadero blindaje para afrontar las previsibles presiones de los sectores establecidos de poder, internos y externos, y para poder seguir avanzando con la aplicación de políticas de estado que garanticen la profundización del modelo.
Los argentinos hemos decidido, por amplia mayoría, proseguir con políticas de estado contrarias a las que el neoliberalismo aplicó a mansalva durante largas décadas en nuestro país, que lo hundieron en un abismo de decadencia estructural, desindustrialización, desocupación,y exclusión económica, social y cultural de vastos sectores de su sociedad.
Cobra sentido la cita porque, a pesar del rotundo fracaso y el descalabro que han producido esas políticas con sus instrumentos de capitalismo salvaje, los países dominantes en el concierto mundial -y de archiconocidas pretensiones imperialistas-insisten en imponerlas, cínica y despiadadamente, como lo vemos en muchos países de Europa e incluso a varios millones de personas de los EEUU.
La crisis económica, visible internacionalmente desde el 2008, con el estallido de la llamada burbuja inmobiliaria en EEUU y su expansión a muchos países, se ha potenciado y tiene como escenario mediático a Europa, aunque asola también a otros lugares del mundo, incluso a América Latina y el Caribe.
Esto relacionado con los sucesos en el mundo árabe, anteriores y actuales, abona la tesis que estamos frente a una renovada estrategia de dominación imperialista por parte de Norteamérica y sus socios históricos, que le sobreviene a aquellas de las dictaduras genocidas de los 70’ y los gobiernos títeres de los 80’ y 90’.
Argentina, país soberano
En este marco internacional, de hecho insoslayable, la Argentina, nación y pueblo, debe proseguir con su proceso de reconstrucción y autoafirmación de país soberano, con políticas, estrategias y acciones, que su realidad y el escenario mundial demuestran ser las más acertadas y convenientes para sí mismo.
Es allí donde aparece con toda nitidez el mandato imperioso del pueblo, expresado el 23 de octubre, de no desviarse y mucho menos abandonar el rumbo iniciado el 25 de mayo de 2003, que ha logrado atravesar por momentos y circunstancias harto difíciles para llegar al punto en que nos encontramos.
Esto está sintetizado magníficamente en las consignas de “ni un paso atrás” y “nunca menos”, porque la primera significa no detenerse y seguir avanzando, y la otra, no ceder en una constante y decidida voluntad de recuperar, para el conjunto social, todo lo perdido y conquistar derechos históricos aún postergados.
El Movimiento Obrero Organizado, con todas y cada una de las organizaciones sindicales que lo componen y su máxima representante, la Confederación General del Trabajo, ocupan un lugar central en la nueva etapa a iniciarse el próximo 10 de diciembre. Surge así el ejercicio de la diada virtuosa: Obligaciones y Derechos.
Así debe seguir siendo, irrenunciablemente, parte importante del Gobierno Nacional, liderado por la compañera Cristina Fernández de Kirchner, no cediendo a la tentación ni a las provocaciones que intenten alejarlo, redoblando cada vez que sea necesario su lealtad y la obligación de su compromiso.
Desde esa posición y con el mismo compromiso y apoyo con que viene acompañando el Proyecto Nacional y Popular desde siempre, y en particular desde que éste fue y está representado por los gobiernos de Néstor y Cristina, deberá también mantener en alto las banderas del proyecto histórico del Movimiento Obrero Argentino y ser protagonista y artífice de la construcción de su propio destino, el bienestar general y la consolidación de un país soberano de todos y para todos, y materializar su vocación latinoamericanista en una integración política, económica, social y cultural.
Para ello debe recurrir a la inteligencia y la templanza que lo caracteriza y también a la autoridad y legitimidad que le otorgan su lucha insobornable en los duros y trágicos tiempos de la resistencia a gobiernos de las dictaduras cívico-militares y a otros de barnices democráticos, que encubrían su condición de meros gerentes genuflexos de la clase dominante, empresas extranjeras y el imperialismo yanqui.
Por la dignificación del trabajador
Con ese bagaje y los contenidos de propuestas reparadoras del despojo sufrido por los trabajadores durante tantos años, se debe impulsar todas y cada una de las reivindicaciones y conquistas que son propias de la dignificación del trabajo y de la persona del trabajador, sin que ello pueda verse como expresión mezquina del interés de los trabajadores en desmedro de otros sectores, ni signifique ninguna contradicción con su pertenencia al proyecto y modelo de un país para todos.
En este marco se inscriben necesidades y aspiraciones sentidas y ya impostergables, como la desaparición total y definitiva del trabajo no registrado, los salarios suficientes para la vida digna del trabajador y su familia, la preservación y el fortalecimiento institucional y económico de las Obras Sociales Sindicales, como propiedad inalienable de los trabajadores bajo la administración y conducción de sus organizaciones sindicales.
La creación de un sistema permanente de participación de los trabajadores en las ganancias de las empresas, sea por una legislación específica o que enmarque las negociaciones colectivas, con carácter imperativo de resolución positiva.
Una reforma impositiva progresiva que establezca equidad contributiva entre una mayoría de escaso poder económico y una minoría opulenta e insolidaria.
Legislación y políticas que sustenten la soberanía ambiental, preserven los recursos naturales estratégicos, como la tierra, los acuíferos, los no-renovables energéticos y mineros, etc.
Mencionamos sólo algunas de dichas aspiraciones, y estamos seguros que el Gobierno Popular, nuestro gobierno, las tendrá en cuenta, ya que el progreso de un país se cimenta en la armonización de los intereses de los sectores, con políticas activas que beneficien tanto al capital como al trabajo, en especial en tiempos que el primero en manos del sector empresario ha obtenido grandes beneficios y acumulado incalculable riqueza, mientras que los trabajadores y los sectores medios, pequeños productores y comerciantes, profesionales independientes y otros similares, siguen aportando sus esfuerzos sin especulaciones malsanas.
Resumiendo, el 23 octubre se impuso la voluntad de la mayoría de seguir apostando a un modelo de soberanía popular, de ascenso social, de distribución equitativa de la riqueza, de Nación independiente. Lo que significa hacer realidad una aspiración que al principio fue una consigna y hoy es ya una convicción, una demanda popular y un reaseguro para no volver al pasado, ella es la profundización del modelo, que es lo mismo que decir la consolidación del proyecto nacional y popular.
No existen otras alternativas, ni atajos, sólo seguir luchando, ya que, recordando a Perón, “nada habrá que agradecerles otros lo que no hagamos por nosotros mismos”. Entonces, no cedamos ni renunciemos ningún derecho de los trabajadores, sumémonos al esfuerzo y tarea común, con grandeza y convicción.
Por Manuel Reyes