1 marzo, 2016

¿Hacia dónde va el cambio?

Transcurrimos un año diferente. Con cambios políticos, económicos y sociales evidentes. Un cambio de modelo que viró de lo social hacia lo economicista, sin escalas.

La campaña se enfocó en invitar al cambio, pero en lugar de propuestas se hizo foco en invitar al voto castigo, y se logró. Ahora bien, estamos asistiendo desde fines de diciembre a un escenario en el que la población no se ve beneficiada.

Prometieron un pacto social incluido el sector de los trabajadores, pero antes de efectivizarlo prosperaron medidas anti obreras: devaluación del peso con impacto directo en el bolsillo, despidos en el estado, aumento del combustible, y de tarifas en luz y gas y próximamente transporte, por citar las más notorias.

En los hechos, no se logra visualizar un pacto social al desconocerse la agenda de temas que se seguirá. Es más lógico pensar que todo fue una promesa, más aún cuando se están aplicando medidas que benefician solo a un sector, el de la producción, el de la concentración de la riqueza, el campo e inclusive algunas industrias, y no se visualiza que esos beneficios lleguen a los trabajadores.

Desde ese punto de vista, existe una clara transferencia desde el sector de los asalariados hacia el de los intereses económicos. Y eso nos pone a revisar el panorama en forma más amplia. Por caso, al sancionar la emergencia estadística, con eso nos llevan a septiembre de 2016 a manejarnos con incertidumbre y sin poder a aplicar ajustes salariales ciertos sobre índices inflacionarios que desconocemos.

Por un lado, el anuncio de campaña de que iban a dar fin al cepo cambiario en un mes, ya hizo en diciembre que los formadores de precios los aumentaran, y en especial en los productos de primera necesidad, que afectan mayormente a las familias de menores recursos. Por otro, con la devaluación que depreció el peso, ¿qué piso inflacionario consideramos para iniciar el año? Y sin estadísticas, ¿podemos guiarnos por las voces oficiales que prevén tan solo un 25% de inflación para el 2016? Finalmente, ¿cuánto poder adquisitivo perdimos y perderemos de diciembre a diciembre?

Nosotros consideramos que la inflación superará este porcentaje y lamentablemente en la presente situación del país, donde incluso extorsionaron con “salarios o empleo”, no prevemos que haya respuestas favorables a un justo reclamo salarial. Esto ya se vio en la propuesta paritaria a los docentes de la provincia de Buenos Aires, que es la paritaria testigo del año.
Si además consideramos que las primeras medidas han sido proclives al sector más poderoso, y el Ministerio de Trabajo pareciera querer laudar sobre las discusiones paritarias, va a ser difícil consensuar acuerdos salariales… Aunque suene exagerado, tenemos un gobierno de gerentes, ya que los principales funcionarios provienen del sector empresario.

El panorama no es alentador. Ya hemos pasado estas situaciones en los años 90, cuando se instaló el neoliberalismo. Tuvimos más de 10 años congelados los salarios, y con audiencias de conciliación dilatas, donde el perjuicio fue para el sector obrero.

En los últimos 12 años tuvimos la posibilidad de negociar salarios con los empresarios. Ahora dijeron que no había techos, pero lanzaron una inflación prevista que no se condice con la realidad.

En nuestro sector, la industria farmacéutica ha tenido en 2015 importantes aumentos en los precios, que han distribuido al sector de la comercialización y al de dispensa, donde están nuestros trabajadores. Esa mejora del mercado nos da la pauta para comenzar a fijar nuestros salarios.

Sin embargo, luego de la transición política, durante más de un mes tras asumir el gobierno no designaron a quienes iban a conducir determinados organismos del estado, y esto llevó a atrasos en la cadena de pagos de este sistema de comercialización y financiamiento. Esto ya se está sintiendo. Tenemos amenazas de posibles despidos y pagos fuera de tiempo. De hecho ni el sueldo ni el aguinaldo se pagaron a término.

Ahora bien, el ajuste no debe ir sobre los trabajadores. Los empresarios han tomado un sistema comercial y deberán sufrir sus consecuencias ante esta situación, no los trabajadores.

Volviendo al plano nacional, el movimiento obrero históricamente acompañó la gobernabilidad del país. Pero esperamos que la gente entienda que el cambio, lo distinto no es siempre para mejor, y haga valer su derecho ciudadano. Las medidas económicas se van a sentir en los próximos meses, cuando impacten en el salario los costos del inicio del ciclo lectivo, los servicios públicos y los alimentos continúen en alza.

En ese marco, quienes tenemos la responsabilidad de ser dirigentes sindicales y sociales debemos ponernos al frente con firmeza para hacer respetar los derechos adquiridos a lo largo de toda la historia del movimiento obrero y en especial de los últimos 12 años, donde primó una política social inclusiva. Y no debemos darle credibilidad a quienes alegan que lo que hoy está sucediendo es el coletazo de malas medidas del gobierno anterior.

El escenario cambió, y el movimiento obrero, más allá de la dificultad de lograr una unidad formal, debe estar atento hacia dónde va el país y en qué situación quedan los trabajadores y los sectores más desprotegidos. Las organizaciones sindicales debemos estar alertas y firmes para llevar adelante todas las medidas que fueran necesarias si conculcan derechos o atentan contra el pueblo trabajador.

Por Roque Garzón

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