La historia del Movimiento Obrero Argentino es inseparable de la historia de los argentinos y de la Argentina como Nación. Como tal estuvo presente desde la segunda mitad del siglo diecinueve hasta nuestros días acompañando su desarrollo y luchando tenazmente por el ascenso social de los trabajadores y trabajadoras y del Pueblo en general. En esa condición cumplió y cumple un rol irreemplazable ya que sus luchas fueron y son las del Pueblo, enmarcadas en el proyecto nacional y popular histórico, para consolidar definitivamente una
nación soberana, libre e independiente y una sociedad más humana más solidaria y con justicia social incluyente.
En la etapa inicial del actual proceso político allá por el año 2003, consecuente con ese historial de luchas por una Patria Libre, Justa y Soberana, fue factor fundamental para el afianzamiento del gobierno de Néstor Kirchner a quien la historia lo puso frente al colosal desafío de gobernar una Argentina al borde de la disgregación social y la bancarrota del Estado, y quizás el más difícil y complejo como era el sacar del escepticismo y la insolidaridad la una sociedad que arrastraba tres décadas de frustraciones.
En tal circunstancia el respaldo del Movimiento Obrero Organizado hizo posible atravesar exitosamente una etapa cargada de acechanzas y poner en marcha el modelo industrialista con inclusión social, demostrando una vez más la importancia vital de integrar un proyecto nacional y popular.
Esta afirmación no niega ni desmerece el aporte importante que realizan otros sectores como el de los movimientos políticos y sociales y las organizaciones juveniles, pero la verdad sea dicha: fueron los trabajadores encuadrados en sus organizaciones sindicales los primeros y los más gravitantes para enfrentar las fuertes embestidas de los sectores de poder concentrado para condicionar al gobierno y someterlo a sus intereses. Dicho esto más allá de los nombres de los circunstanciales dirigentes, puesto que sus decisiones estaban avaladas e impulsadas desde el conjunto de las organizaciones sindicales.
Es el inicio del undécimo año de ejercicio el poder político del gobierno nacional y popular y de cara al 2015, el Movimiento Obrero aparece corrido a un costado de la escena nacional con su poder fragmentado y soportando ataques y cuestionamientos políticos. No sólo de sus enemigos de siempre, las entidades empresarias reaccionarias y voraces, los medios de comunicación concentrados, los sectores políticos conservadores de derecha que añoran los años del neoliberalismo, la izquierda vernácula que actúa como “patrulla perdida” y hace gala de un “gorilismo” anacrónico. También desde el campo nacional y popular incluso algunos personajes con cargos en el gobierno nacional y en el congreso fomentan divisiones procurando debilitar su poder y cuestionan su representatividad.
Frente a ello es necesario que el conjunto de las Organizaciones Sindicales, replantee sus posiciones y por sobre todo realicen los esfuerzos necesarios para recuperar su lugar en el Proyecto Nacional y Popular, para lo cual la convergencia en un planteo y propuesta común es condición indispensable. Esta convergencia que posibilite la unidad para la acción, no requiere de la unidad orgánica en un solo espacio, que si se lograse sería muy bueno, lo que sí demanda es priorizar el interés de los trabajadores en particular y del pueblo en general, por sobre los legítimos y no tan legítimos derechos y aspiraciones personales.
Esto no es una utopía ni una ingenuidad política, no, la propia historia del Movimiento Obrero avala esta idea; ahí están como hitos inconmovibles de su presencia en el escenario nacional, los Programas de Huerta Grande y La Falda, el Documento de la CGT de los Argentinos del 1° de Mayo de 1968, las luchas durante la dictadura cívicomilitar de la Comisión Nacional de los 25 y el paro del 27 de abril de 1979, la CGT Brasil, los 26 Puntos de la CGT, y las luchas en los 90’ del MTA. En todas estas instancias y a pesar de las divisiones y contradicciones, fue posible una expresión mayoritaria que reflejara el pensamiento y la propuesta de los trabajadores y su aporte al Proyecto Nacional y Popular. Hoy no debiera ser distinto porque sólo así es posible que los dirigentes honestos, consecuentes, y comprometidos con sus compañeros trabajadores y con el país planteen desde esa legitimidad y autoridad política el reconocimiento de su representación sectorial en todos los estamentos del Estado y que se les presten atención desde el gobierno a los aportes que requiere la continuidad y profundización del modelo económico, social y cultural puesto en marcha en el 2003.
El Proyecto Nacional y Popular se gestó desde las entrañas mismas del Movimiento Obrero. Fueron los trabajadores los que lo cobijaron y defendieron en los tiempos más oscuros y
desgraciados por los que atravesó la Nación y el Pueblo Argentino. Fueron también ellos los que ofrendaron el mayor tributo de sacrificios y de vidas. Así también los que contribuyeron al fuerte impulso que hoy ha adquirido para desarrollarse en plenitud.
Conviene entonces que propios y extraños lo tengan en cuenta ya que sin su participación protagónica dejaría de serlo reduciéndose a un reformismo insustancial despojado de la esencia revolucionaria que le otorga la presencia de los trabajadores. Y si Proyecto Nacional y Popular es sinónimo de Patria, nunca más cierto el pensamiento de Scalabrini Ortiz: “Dónde están los trabajadores está la Patria, y si no están los trabajadores, la Patria es una entelequia”. Entonces no es posible Proyecto Nacional y Popular sin la presencia protagónica como sujeto político de los trabajadores.
Por Manuel Reyes