El escenario político que podemos observar hoy en nuestro país demuestra claramente la confrontación entre quienes representan dos modelos de carácter económico, social y cultural muy distintos. El primero, que está llegando a su fin luego de tres décadas atornillado en las instituciones argentinas, y el nuevo modelo, que entró en vigencia a partir del 2003.
El viejo modelo, que aún se resiste a morir, se caracteriza por la instalación de políticas de exclusión social y desindustrialización, con el correlato de la desocupación masiva como elemento componente de esas políticas económicas, en tanto fue necesario conformar un colchón de desocupados tal que permitiera generar contratos basura y congelar salarios por más de 14 años. Estas circunstancias provocaron el sometimiento de la clase trabajadora en su conjunto, incluido los desocupados, y llevaron a un retroceso nunca antes visto por nosotros en el Siglo XX.
En lo cultural, ese modelo también impactó de lleno. Trabajó en la subjetividad profunda de la sociedad, sobre el cambio de valores humanos. Fue tan fuerte la erosión social en ese aspecto, que en el presente se hace difícil reubicar la escala de valores que distinguió a la clase media argentina, una clase media que constituía el grueso de la población. La misma que a partir de 1945 se caracterizó por el progreso, la movilidad social ascendente y la capacidad política para entender la realidad, luego se vio subsumida en realidades que no le eran propias. Por eso, uno de los efectos devastadores de este modelo perimido fue la pérdida del sentido de solidaridad social, fue el reinado del sálvese quien pueda.
Ese modelo al que hacemos referencia estuvo representado desde el punto de vista político e ideológico por el neoliberalismo, y desde lo económico, social y cultural por un mecanismo de poder concentrado con intereses perfectamente definidos que condujeron a la situación de profunda crisis de diciembre del 2001 y su continuidad en el 2002. Con esa caída estrepitosa, las falencias del modelo neoliberal quedaron claramente expuestas, sobre todo en la pretensión de que el mercado iba a satisfacer las necesidades de todos. Tamaña insensatez llevó a la Argentina al retroceso más importante de su historia.
Ese modelo que hoy defiende la corporación mediática con el Grupo Clarín a la cabeza, y que encarna los intereses de la Sociedad Rural y demás entidades dueñas de la tierra, es el que viene desde el fondo de la historia usufructuando los beneficios, por sobre un pueblo argentino que, desde 1810 para acá, ha hecho todos los sacrificios.
El rescate de los valores y su importancia social
Ese modelo neoliberal, de exclusión y explotación, con efectos culturales devastadores sobre la personalidad del conjunto social, está confrontando hoy con un modelo de desarrollo social y económico, que trae también consigo la recuperación progresiva de los valores perdidos.
Estos modelos, el de exclusión y el de desarrollo –por caracterizarlos sintéticamente-, se están enfrentando hoy por temas tales como la libertad de expresión, la participación de la sociedad civil durante las dictaduras militares y los grandes negocios que desarrollaron a partir de esas vinculaciones.
Valga el caso de Fibertel para ejemplificar las discusiones que se abrieron a partir de la confrontación de los dos modelos. Es la primera vez que escucho que la legalidad se pone en discusión hasta el extremo de proponer un proyecto de ley en el Congreso para anular la legalidad. Puede discutirse lo de Fibertel en relación con los efectos inmediatos que puede tener en los usuarios, pero eso es solucionable en corto tiempo y de manera sencilla. Lo que no puede discutirse es el ejercicio del poder del Estado a través del Gobierno para hacer cumplir la legalidad. Porque si no es la ley del más fuerte: el que tiene la fuerza económica impone sus leyes.
El contragolpe formidable del Gobierno es la denuncia ante la justicia del negociado de Papel Prensa que, si hacemos una extensión de la responsabilidad política que han tenido estos medios de comunicación en los años más oscuros de laArgentina, está teñido con la sangre de los 30 mil desaparecidos.
Modelo 2003
Las características de este modelo instalado desde el 2003 son la justa distribución de la riqueza, la recuperación de valores, el desarrollo social, económico y productivo, el renacimiento de la industria nacional.
Este modelo, al cual necesariamente hay que sostener, es todo lo contrario de aquel otro modelo que se resiste a morir.
Lo primero es la búsqueda de la inclusión social a través del mejoramiento de la situación económica de los trabajadores y la población en su conjunto. Hay que tener en cuenta que antes del 2003, mantuvieron 14 años congeladas las paritarias. Este gobierno, que inició Néstor Kirchner, abrió las paritarias en el 2004 y, en promedio, los gremios llevamos celebrados tres convenios colectivos y más de 10 actualizaciones salariales en los últimos seis años. La recuperación del poder adquisitivo, de los niveles nominales y efectivos del salario, ha superado el 300%.
Debemos celebrar también la política previsional, claramente de justicia social, que ha permitido la inclusión de 2,4 millones trabajadores que habían perdido su trabajo, con lo cual estamos superando los 5 millones de jubilados.
El ataque, entonces, se enfocó en exigir el 82% ya, en una clara utilización política de los derechos de los pasivos por parte de los detentores del viejo modelo. Buscan con ímpetu debilitar los sistemas de financiamiento, a pesar de que -en el estricto cumplimiento de la ley- se hacen dos actualización anuales de los haberes jubilatorios, lo que ha permitido no sólo recuperar el mínimo, sino que, a medida que se vayan actualizando, llegar al 82% móvil. Naturalmente que la intención es alcanzar el 82% móvil, pero se necesita tiempo porque de otra manera se estaría poniendo en riesgo la fuente de financiamiento y, a futuro, las jubilaciones.
Antes de tomar la medida de ajustar en forma bianual las jubilaciones, la mayor modificación del sistema previsión se hizo poniéndole fin a las AFJP. Por lo tanto, este modelo en el plano previsional tuvo la valentía política de recuperar los fondos de los trabajadores que estaban retenidos en las AFJP para el negocio de unos pocos vivos que se valían de todos los argentinos.
A las políticas de inclusión social, debemos sumarle la asignación universal por hijo, que es una de las medidas de justicia social más importantes que se hayan tomado, al punto tal que son varios los países de América Latina que están estudiando aplicar una asignación similar. Esto no quiere decir que somos genios para recuperar la inclusión social, pero sí que se ha tenido la voluntad política de tomar esta decisión y sustentarla en su financiamiento con el desarrollo de mayor empleo.
Como ya dijimos, otra gran diferencia entre el modelo actual y el otro, que representa los intereses económicos concentrados, es el desarrollo de la industria, el proceso de industrialización, de recuperación de la capacidad productiva de la industria tanto liviana como pesada. Esto implica un modelo industrialista que se contrapone al modelo agroexportador que muchos añoran y cuyas nefastas consecuencias son bien conocidas.
Claramente, el desarrollo industrial trae mayor empleo, el mayor empleo trae mayores aportes y los mayores aportes nos permiten a los argentinos hacer este tipo de avances en lo social.
Los actores
En este nuevo y fecundo escenario, podemos decir que el actor principal es el Gobierno, que defiende los intereses del conjunto social, de la Nación y del pueblo en general.
Pero también existen otros actores centrales como el Movimiento Obrero, que está alineado fuertemente con las políticas de gobierno.
También la intelectualidad está actuando con firmeza, un punto importante porque hacía muchos años que no se veía a intelectuales definirse claramente en función política detrás de un modelo y un gobierno que lo lleva adelante. Éste es un factor trascendente porque le agrega calidad al reclamo y la defensa de estos derechos del conjunto social.
Finalmente lo que hoy estamos observando es el crujir de las viejas estructuras de sometimiento y explotación.
Es el ruido que se escucha en el escenario político.
Y esto pasa porque el Gobierno, en su accionar, está cumpliendo con una de las 20 verdades del peronismo, que dice que el mejor gobierno es aquel que hace lo que el pueblo quiere.
También es importante destacar que muchas de las políticas implementadas responden a los reclamos históricos del movimiento obrero, más aun desde la era Moyano. Podemos decir que el Gobierno se hizo eco de los reclamos obreros. Debemos recordar, como ejemplo, que hubo una movilización de la CGT, que reunió más de cinco millones de firmas en el país, para obtener la asignación universal por hijo.
Es evidente en este Gobierno el reflejo de las luchas, de los anhelos y reclamos que ha venido haciendo el conjunto de la clase trabajadora, y eso explica que el movimiento obrero no se alinea por una cuestión simplemente partidista o política, sino porque la realidad que muestra hoy la Argentina es fruto de la aplicación de un modelo económico gestado por este gobierno -que esperamos continúe apuntalado por la gente en el 2011- que da respuesta a las necesidades del pueblo. Un modelo nacional y popular. Este modelo económico, social y político hace que este gobierno sea lo más parecido al de Perón de 1945, cuando supo instalar el Estado de bienestar, una corriente del capitalismo que a partir de las teorías de Keynes, le puso fin al capitalismo salvaje para poder salvarse, porque ya en aquellos tiempos se vio que el capitalismo o el mercado, no resolvía todo.
La realidad, que es la única verdad, se impone prácticamente por la fuerza del pueblo, de los trabajadores, del conjunto de la sociedad que se niega a suicidarse detrás de una ideología que supuestamente todo lo resuelve.
Es lo que hoy está pasando.
Por eso, oímos el crujir de las viejas estructuras que, agonizantes, no quieren resignarse a desaparecer.
Por Manuel Reyes
ex Secretario General de FATFA