1 enero, 2014

Por la memoria, la verdad, la justicia y los derechos humanos

En el marco de la reunión del Consejo Directivo de la FATFA, producida en el mes de enero, las máximas autoridades de esta Federación acordaron la realización de una visita guiada por el Centro Clandestino de detención más importante que tuvo la última dictadura cívico-militar en nuestro país, el lugar conocido como la ex ESMA, hoy transformado en un espacio para la memoria, el compromiso con la verdad, la justicia y la defensa de los derechos humanos.

Allí se presentaron todos los dirigentes sindicales de nuestro país y algunos de los trabajadores de FATFA que tuvimos la suerte de ser invitados a un hecho tan interesante como doloroso. Nos recibieron dos guías que fueron relatando detalles minuciosos del accionar de los militares de aquella época (1976-1983) cuando procedían a detener violenta y clandestinamente a las personas y, una vez que se encontraban allí, en el Casino de Oficiales (lugar elegido para torturar y detener ilegalmente a las personas) aplicaban mecanismos de tortura hasta decidir cuál sería el destino final de esas vidas, ya sea desapareciéndolos o arrojándolos al Río de la Plata en lo que luego se conoció como “los vuelos de la muerte”.

Ante esta parte cruda de la historia que vivió nuestro país, es importante conocer cuál es la labor y el objetivo de la recuperación de este espacio, por ejemplo: Recopilar y conservar todo el material documental y testimonial correspondiente a la época, el cual pasará a integrar el patrimonio del Instituto Espacio para la Memoria. Recuperar los predios o lugares en donde hubieran funcionado los diferentes centros clandestinos de detención, promoviendo su integración a la memoria urbana. Realizar exhibiciones o muestras, eventos de difusión y de concientización sobre el valor de los Derechos Humanos vulnerados durante la etapa del terrorismo de Estado en nuestro país, sus consecuencia, y la reafirmación del Nunca Más.

Para conocer mejor de qué estamos hablando, es necesario aclarar que la ex ESMA fue parte importante del aparato de exterminio del terrorismo de Estado desde principios de 1976 hasta 1983. Si bien este predio de 17 hectáreas y 32 edificios estaba al servicio de la acciones ilegales, alguno de ellos, particularmente el Casino de Oficiales, fue utilizado como el principal destino para el funcionamiento del centro clandestino de detención, donde además de los hechos de tortura física y psicológica, también funcionaba una maternidad clandestina para las mujeres detenidas que estaban embarazadas. Una vez que daban a luz, sus hijos eran apropiados por los militares y entregados a familias vinculadas con ellos. Se calcula que existen casi 500 chicos apropiados ilegalmente y solo se ha podido recuperar la identidad y restituir a sus familias solo a 110 nietos de los sustraídos en esa situación de cautiverio.

En la visita que realizamos al centro clandestino de detención nos mostraron imágenes de “capucha”, “capuchita” y “el sótano”, estos fueron los tres lugares donde pasaron más de 5.000 personas entre 1976 y 1983 y muy pocas de ellas han podido salir con vida de su detención clandestina. Los testimonios de los pocos sobrevivientes de ese tenebroso lugar nos revelaron cómo eran los días de las personas allí detenidas y cómo soportaban todo tipo de torturas hasta intentar “quebrarlos”, es decir que hablaran acerca de otros compañeros que eran buscados por los militares. Asimismo nos comentaron que no hubo un tiempo predeterminado para cada detención en particular, eso era azaroso y muy poco predecible,

hubo gente que estuvo días, otros estuvieron meses y algunos de ellos varios años detenidos ilegalmente, viviendo bajo esas condiciones inhumanas para ser finalmente “desaparecidos”.

La represión antisindical

Uno de los principales planes de la última dictadura fue terminar con el modelo sindical existente en ese momento. Existen cerca de 50 compañeros víctimas del terrorismo de Estado que eran dirigentes sindicales al momento de ser detenidos/desaparecidos. Estos dirigentes sindicales participaban en actividades asistenciales o referidas a la seguridad social, en su mayoría eran miembros de las comisiones directivas de sus organizaciones y estaban al frente de los trabajadores que representaban. 

Hay un dato muy relevante de esa época que merece ser recordado. En plena dictadura, la Junta Militar estableció la necesidad de una reafiliacion y, a pesar del terrorismo de Estado, 2.800.000 argentinos volvieron a afiliarse a algunos de los sindicatos representativos de los trabajadores. El proceso militar de esa época tuvo una dimensión antisindical que consistió el alterar sustancialmente el modelo sindical de ese entonces, persiguiendo y desapareciendo a compañeros trabajadores que militaban en organizaciones sindicales de todo el país, en muchos casos también existió una total coincidencia entre la concepción antisindical de algunos altos empresarios y la política aplicada por la última dictadura, por lo que, de algún modo, estos fueron cómplices de su accionar o colaboradores directos o indirectos en la concreción de los objetivos represivos.

Nunca más

En esa visita, fuimos nuevamente testigos de que el horror de esos años no pertenece solo al pasado. Hemos escuchado a personas que a 38 años de eses fatídico 24 de marzo de 1976 aún no saben dónde están ni qué paso con sus seres queridos, así también conversamos con otros que recientemente han recuperado su verdadera identidad. La acción dañina aún persiste, a través del silencio. No decir dónde están los jóvenes que fueron secuestrados siendo bebes, no informar el paradero de los cuerpos de los compañeros desaparecidos, es ni más ni menos una continuidad tácita de la conducta de aquellos años. Si hay algo que nos quedó bien en claro luego de la exposición de los guías a cargo del recorrido por el predio de la ex ESMA, fue que el ejercicio de la memoria no solo debe dar cuenta de los hechos horrendos que pasaron en nuestro país, sino también de los escalofriantes mecanismos, procesos, razones y objetivos de sus autores materiales e intelectuales (la cúpula militar y sus subordinados de esa época), que intentaron destruir una generación de hombres y mujeres trabajadores y luchadores por ideales muy diferentes a los del gobierno de facto, pero no por eso debieron cometer las 30.000 desapariciones de personas, que aún hoy afectan a todos los argentinos. 

Si la desaparición de una persona siembra el espanto y el dolor en el corazón de sus prójimos y amigos, qué pensar entonces en los familiares que aun con sus fotografías bien en alto, siguen buscando a esos pequeños (hoy adultos) que les fueron arrancados entre golpes, torturas e insultos. Creo imaginar que el infierno de los militares responsables de las desapariciones de compañeros está lleno de sombras, de siluetas cada vez más parecidas al humo negro y a las lágrimas y que nunca les permitirá descansar en paz. Ese mismo infierno fue el que golpeó a todos los argentinos en esos nefastos años donde debimos convivir con un profundo miedo, hoy convertido en memoria y en justicia. Por eso, nosotros también decimos NUNCA MÁS. 

Por Martín Sancaro

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